lunes, 10 de febrero de 2014

UNA GENERACIÓN DE ARMARIO

El grupo de edad de los que ahora tienen entre 60 y 70 es el primero que tuvo en España y el resto de occidente la posibilidad de salir del armario total o parcialmente. Era aún muy arriesgado a fines de los 70, pero las circunstancias cambiaron durante los 80 y los 90 y para fin de siglo no suponía ninguna hazaña particular. Los avances en la normalización de la diversidad sexual en las dos últimas décadas dejan todavía una igualación incompleta, pero más en detalles y para minorías dentro de las minorías que en general. Mal que les pese a los ultras, resulta que la sociedad española está entre las más tolerantes del mundo en cuestiones de vida privada y de las que más se aleja de dogmas religiosos, incluso entre los que se confiesan católicos.

Sin embargo, una buena proporción de LGTB mayores nunca ha salido del armario, aunque se ha ido aprovechando del ambiente favorable social y legal para vivir mejor. Pertenecen a este grupo individuos visceralmente conservadores, incluso fascistas, que viven contradictoriamente su orientación o identidad, personas que vivieron o siguen viviendo situaciones particularmente difíciles de opresión familiar y cobardes esenciales que desconfían de la realidad y tienen miedo de su propia sombra.

No hay que buscar a ninguno de estos sujetos en manifestaciones reivindicativas, asociaciones (a las que a veces asisten sin nunca ser miembros) o listas de firmas en pro de los derechos de todos: ellos se suben al barco, pero no reman, y se bajan a la menor dificultad. A veces los compadezco, pero en general me indignan, especialmente cuando no son demasiado tontos. Algunos aún viven en la fantasía del "nadie lo sabe", aunque a estas alturas nadie tenga la menor duda, no pocos se siguen escandalizando de la "desvergüenza" de los que se manifiestan y reivindican, y los hay que están en contra del matrimonio igualitario por razones que van desde la beatería a la estupidez.

Hablar con ellos no es fácil, convencerlos de que colaboren o cambien de actitud imposible. Tampoco hay que buscar aliados entre ellos, porque bastantes prefieren aliarse con el enemigo por sectarismo o porque el miedo les hace creer que así se defienden mejor.

Son la parte oculta del colectivo que solo solo es visible en los lugares de sombra, de ligues anónimos, profesionales o de vidas transcurridas entre la penumbra y el fingimiento. Es de esperar que las próximas generaciones no sean así, porque los aún armarizados de ésta ya no tienen remedio.

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